viernes, 10 de julio de 2015

Capítulo 4

Capítulo 4:
Tardó unos instantes en entender qué había pasado. Pero reconoció el lugar al instante. Y como no, si había crecido ahí. Estaba en la mansión Inchausti, ahora convertida en el colegio Mandalay.
Se dió cuenta que las personas no notaban su presencia. Y claro, si solo era su alma. Comenzó a caminar, divagando por los pasillos. Estaban llenos de estudiantes, que reían y charlaban con normalidad. En la cocina se encontró con algunos de sus primos. Alai, Bauti, Paloma, Rocco, Delfina y Pía. Los más grandes estaban preparando algo de comer. Bruno notó que, además de verlos, sentía sus almas. Sus dolores, sus pensamientos, sus emociones. Todo lo veía. Y por supuesto, los notó más apagados de lo normal. Había algo raro en todos que no llegaba a entender bien. Sus almas parecían más pesadas. Conversaban normalmente, eso era de esperar, pero les faltaba esa chispa típica de todos ellos.
Siguió caminando un poco. Fue a uno de sus lugares favoritos de la casa: la sala de ensayos. Siempre fue su lugar de escape cuando estaba saturado, o cuando necesitaba estar solo. Allí se encontró con una escena conmovedora.
Dentro se encontraban Tacho, Jaz, Rama, Simón y Vale. Tacho tenía una guitarra en sus manos, pero sin embargo nadie cantaba. Ni siquiera hablaban. El único sonido que se oía era el leve rasgueo de la guitarra.
Vale y Simón estaban tomados de las manos, aunque parecían distantes. Jaz observaba a Tacho tocar. Pudo distinguir el breve comienzo de “dos ojos”, una de sus canciones favoritas. Y Rama estaba pensando en algo, mirando hacia la nada.
Tacho: Cantamos algo?
Jaz: la verdad es que no tengo muchas ganas
Simón: Yo tampoco
Tacho: Ei, vamos a tratar de ponerle algo de onda
Vale: Onda? Te parece que tenemos que ponerle onda?
Tacho: Sí, porque acá estamos para tratar de animarnos un poco, y sobretodo animar un poco a los chicos
Jaz: Eso lo sabemos, bonito. Pero no da ahora
Tacho: Estamos todos mal, eso ya lo sé. Pero…
Rama: pero nada. Ya está. Vamos a hacer lo posible porque los chicos estén bien, pero la verdad que yo no creo que le pueda meter onda.
No lo soportó, y salió de inmediato de allí. Vagó un rato por las aulas, en busca de alguna cara conocida, Y se detuvo en una en especial.
En el fondo del aula, apoyada contra la pared, se encontraba Mora. Estaba más grande, pensó Bruno. Pero su cara estaba tan triste que parecía una nena. Dibujaba algo en el márgen de su hoja, sin prestar atención a la profesora. Su alma estaba gris, pudo notar. En su interior guardaba una gran tristeza. A su lado estaba Rose
Rose: Ei, escuchá que después no vas a entender nada
Mora: No importa
Rose: Dale, Mori. Te va a ir mal después
Mora: No me importa, entendés eso? No me interesa escuchar la clase
Rose: está bien, no te enojes. Pero tratá de cambiar un poco la cara. Yo sé que estás muy mal, pero la vida sigue.
Mora no le contestó, y siguió dibujando. Sus ojos estaban iluminados, igual que cuando se está aguantando las lágrimas. Sintió pena por ella. La conocía muy bien para saber que odiaba llorar, pero que a la vez no podía evitarlo. Sintió unas ganas de abrazarla muy fuerte.
La escena cambió. Ahora se encontraba frente a la puerta de una habitación. Sabía que estaba en el hospital. Entró, pero con cierto temor a lo que se pueda encontrar del otro lado.
Dentro había tres personas. Los reconoció al instante, por supuesto. Su papá estaba sentado en un sillón, con la mirada perdida. Su mamá estaba en otro asiento, frente a la camilla. Y acostado, conectado a muchas máquinas, entre ellas un respirador, estaba él mismo. Mejor dicho, su cuerpo. La imagen de sí mismo conectado le causó un escalofríos. Pero la imagen de sus papás le partió el corazón. Su mamá tenía los ojos rojos y cansados, con grandes sombras bajo los párpados. Lo miraba como si fuera algo inexistente, pero con un dolor enorme en su pecho. Vió que sentía una culpa enorme en su interior, además de tristeza y padecimiento. No quedaba casi nada de la Mar que siempre conoció. Y su papá también estaba muy mal. Miraba hacia el piso, sin decir nada. Luego levantó la cabeza, mirando a Mar con tristeza. Se acercó a ella y acarició su espalda. Ella lo miró, y tomó su mano.
De repente, volvió a estar frente a Eudaimonia, en el palacio de Eudamón
-Descubriste algo?
Bruno: Creo que sí…
-Y? Tomaste una decisión?
Bruno suspiró, y pensó un minuto
Bruno: Sí. Ya sé que voy a hacer

6 comentarios: